Entrenar el aprendizaje y estar siempre en continua mejora es un aspecto que se trabaja en la formación ejecutiva. Descubre su importancia estratégica.

 

Todo empieza por trabajar distinto

Seguimos pensando que salir de una situación convulsa depende de agentes externos, del contexto económico, de la pericia de un Gobierno o de las decisiones de un empresario. Pero la realidad es que las situaciones límites han abierto los ojos a muchos profesionales y directivos sobre una realidad imperante «hay que trabajar distinto».

Cada vez más directivos son conscientes de que en sus empresas las jerarquías sólidas no han funcionado para tomar decisiones acordes a la realidad cambiante. Están yermas de agilidad, creatividad y, sobre todo, de coherencia y humildad.

Vivimos en tiempos de apostar por liderazgos transformadores, capaces de comprender el entorno e inspirar confianza. Necesitamos liderazgos solventes para activar equipos disruptivos, donde impere la diversidad de pensamiento y se fomente el emprendimiento, para cumplir objetivos corporativos y para la sociedad. Solamente así los profesionales harán que sus empresas sean sostenibles en un ecosistema que ya ha comprendido esta ecuación.

Los directivos deben estar preparados para desaprender y aprender al mismo tiempo. Cada profesional tiene que adaptarse continuamente y para ello está obligado a innovar en su puesto, en sus tareas; a veces tiene que convencer en su organización de que lo que está haciendo ya no aporta valor y necesita que replantearse su propio rol.

 

El valor estratégico de la formación ejecutiva

Este entorno les impulsa a comprender los nuevos paradigmas que ofrecen las tecnologías imperantes para aportar valor al negocio y deben estar preparados para adaptarse a los grandes cambios del liderazgo inspirador.

Con esta actitud estarán dispuestos a tomar conciencia de la proyección que tienen en su organización y contribuir a su negocio en medio de un mercado cambiante y competitivo. Este camino de aprendizaje no se hace por generación espontánea, hay que invertir tiempo, sacrificar comodidades y ponerse al día de cuáles son las mejores opciones a tu alcance de formación relevante.

Para ello se hace crítico saber escoger una formación directiva o ejecutiva que te haga poner en crisis lo que ya sabes, te provoque más curiosidad de la que ya tienes y, sobre todo, te rete a hacer lo que otros aún ni son conscientes que deben hacer.
Es responsabilidad del profesional escoger a los mejores inspiradores que le lleven de la mano hacia la prosperidad personal y profesional, para aportar a su organización y la sociedad.

Uno de los objetivos del profesional cuando decide subir un escalón en su carrera profesional es aumentar su talento, que no es más que una síntesis entre aptitud y actitud. Un periodo de formación no es más que un camino de inspiración constante hacia desempeñar cada día mejor lo que sabes hacer. Un recorrido que te prepara para aquello que no sabes, pero eres capaz de aprender para cambiar las reglas del juego cada día.

En realidad, la formación constante —ejecutiva y no ejecutiva—del profesional no es más que un mandato para aquel que quiere sobrevivir en una economía globalizada —que requiere predisposición a experimentar y llegar a ser un aprendiz una y otra vez—.

Llegamos a esta conclusión con una cita de un teórico de los negocios, Arie de Geus: «El directivo y el emprendedor de este milenio deben tener la capacidad de aprender más rápido que sus competidores porque puede ser la única ventaja competitiva que podrá ofrecer de manera sostenible».

La capacidad de adquirir nuevas habilidades y conocimientos de una forma rápida y periódica es crucial para mantenerse en un entorno de cambios rápidos. Si el directivo de hoy tiene aspiraciones, le alumbra la curiosidad, no se avergüenza de sentirse vulnerable —para ser un continuo aprendiz— y se rodea de profesionales que le asesoren tiene muchas probabilidades de sobresalir en cualquier entorno.

 

Susana Pérez García-Naveiro
Admissions Manager Executive Education